- Y bien, ¿cual es tu pasado
oscuro? – Oh por favor, llevaba media hora intentando concentrarme en mi examen
de historia y no había manera.
-Se cree el ladrón que todos son
de su condición.-Me limito a contestar.
-Vamos, todos hemos cometido un
acto delictivo a lo largo de nuestra corta vida.-Afirma Javier.
-A ver... sí, creo que hace un
par de años fingí no tener fiebre para poder asistir a un examen.- Digo para
que se calle de una vez.
-Querrás decir que fingiste tener
fiebre para no presentarte a un examen ¿no?
-¿A ti que te pasa, que además de
pasado estás sordo o que?
-Eres increíble, entonces no se
que echo te ha hecho crecer de una manera tan y tan grosera.-Me recrimina, está
esperando que le contesté, que me enfurruñe, pobrecito, que distracción más
absurda ha ido a escoger.
-Mira, puede que tu seas un genio
intelectual (lo cual dudo con todas mis fuerzas) pero hay gente que necesita
estudiar, así que cállate o ves a darle la lata a otra.
De repente se levanta y se
marcha. ¿Realmente le he ofendido? Tampoco he dicho algo tan malo ¿no? ¡Que
diantres! Él ha sido el que ha llegado aquí con su perfecta camisa de cuadros
azules y su perfecta cazadora de color beige (¿que ser humano del género
masculino utilizaba el color beige? ¿Y porque, si era el único que lo
utilizaba, le tenía que quedar tan bien?) Y esos vaqueros claros, que
resaltaban sus bonitos ojos verdes. Alicia, estás empezando a delirar, me digo
a mi misma. No puedo seguir así, no he entrado en la fase tonta desde hace mucho
tiempo, no voy a entrar ahora. ¿Por que hay tanto ruido en una biblioteca? ¿No
se supone que se tiene que estar callado? Entonces me doy cuenta de que la
única que habla, (consigo misma, lo cual es mucho peor) soy yo. Hinco los codos de nuevo en el libro de
historia y empiezo a releer otra vez la segunda guerra mundial. Pero la paz
dura poco, de nuevo Javier aparece por la puerta, y lleva con él ¿una lata de
coca-cola? ¿Que mosca le ha picado? Se acerca a la bibliotecaria que cuida la
planta y se la entrega feliz. La pobre mujer, con cara de pocos amigos y
cansada de no escuchar nada durante siete días seguidos no hace otra cosa que
hacer caso omiso de él, coger la lata y guardársela en el bolso. Una imagen
viene a mi cabeza, la de esa mujer de entre cuarenta y cinco y cincuenta años,
esta noche frente al televisor, con su querido gato, un cuenco de palomitas y
la lata de coca-cola de Javier, ni siquiera se ha molestado en añadirle un poco
de vodka.
-Echo. –Él se ha vuelto a sentar
frente a mí.
-¿Me puedes explicar que has
echo?
-Lo que me has dicho, darle la
lata a otra ¿no? –Se justifica.
Sin darnos cuenta se pasa el
tiempo y es hora de que cierren la biblioteca, son las ocho y cuarto y ya hacen
sonar esa musiquita que me pone tan nerviosa, ese aviso de “márchate.” Javier
empieza a recoger.
-Siéntate. –Le ordeno.
-A ver si te aclaras eh... ahora
que me vaya ahora que me quede... si al final voy a tener razón y no puedes
vivir sin mí...
-¿Te quieres callar? Ya es
suficiente con esta horrible música. –Le digo.
-Es que es la hora de cerrar. –Me
contesta él.
-¿Que hora es? –Pregunto.
-Pues las ocho y cuarto. –Dice
consultando su reloj.
-Cierran a y media, de aquí no me
voy hasta que sea esa hora. –Acaban de apagar las luces, lo meto todo en mi
bolso y me siento de brazos cruzados.
-¿Y me puedes explicar que haces
ahora?¿Contemplar la oscuridad?
-Espero, a que se haga la hora de
cerrar, la luz del día es tenue pero todavía soy capaz de ver, no es para
tanto, estamos casi en verano. – A y veintiocho a la bibliotecaria ya no le
quedan uñas que morderse ni grapadoras o lápices que llevarse, me lanza una
mirada furtiva, consulto yo el reloj esta vez y decido que es hora de
marcharme. –Vamos. –Le digo a Javier.
-He descubierto tu pasado,
presente y futuro oscuro. –Me dice
triunfante.
-Ilumíname. -Le digo sarcástica.
-Tu afición es tocar las narices
sin tener ningún fin. –Dice con una sonrisa en la cara.
Simplemente Alicia.
Muy divertido, me encanta.
ResponderEliminarMe encanta que te encante, besos!
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